
El obispejo de Solsona, esto no es un Obispo, se dedica, así lo ha hecho ahora en Lérida, a dar mitines políticos en lugar de homilías. Desde su posición de autoridad ilumina a los feligreses soltando toda la porquería que puede contra España y, por supuesto, a favor del secesionismo. Este hombre, en sus charlas, vende que Cataluña es una nación para la que la independencia es un derecho. Nadie, en la Iglesia, le corta. Al contrario, la Conferencia Episcopal Española hizo suyas las aspiraciones de los Obispos de Cataluña en su último comunicado desde el que está callada como una rámera, lease el apocalipsis. La convicción íntima de que, la casi totalidad de los Sacerdotes Católicos de la actualidad, a Dios le dan asco es una idea de difícil refutación.
Algún día terminará o se suavizará el monotema catalán. Entonces, llegará el momento de hablar de otras cuestiones, en el fondo, más importantes. Una de ellas es la Iglesia Católica aunque cueste llamarle Católica. Para adelantar posiciones conviene sentar, al hilo de las peroratas del obispejo de Solsona, que el hecho de que un Cura católico del planeta tierra hable mal de España es bastante más sucio que, si por ejemplo, Francia hablara mal del Ejército Norteamericano. La verdad es que los católicos en general, y los curas en especial, debieran besar con fruición la bandera de España a diario. Que un obispejo español de Cataluña sermonee en contra de España es para correrlo a gorrazos de aquí hasta Jerusalén.
Pero a este tipo, que tiene pintas de loco, dicho sea de paso, ¿qué Papa le hizo obispo?
ES PARA ENVIÁRSELO DE VUELTA, ENVUELTO EN PAPEL REGALO, Y QUE LO DISFRUTE ÉL…
No caerá esa breba