
Es una buena noticia. Pero no es la buena noticia que hace falta. Y nos explicamos. Que un grupo importante de historiadores, periodistas, políticos, intelectuales firmen un MANIFIESTO POR LA HISTORIA Y LA LIBERTAD, en realidad un Manifiesto contra la memoria histórica que la izquierda quiere imponer vía norma legal a todos los españoles sobre la Guerra Civil, es, sin duda, una noticia positiva. Que hombres de prestigio se expresen en contra de la imposición por ley de una versión de la historia, por lo tanto en contra del intento de la izquierda de oficializar la historia, es bueno.
Sin embargo, el planteamiento del Manifiesto, escrupulosamente limitado a la defensa de los valores constitucionales de libertad de expresión, pensamiento o pluralismo político, es ingenuo. Si el proyecto se queda en un manifiesto y, quizá, en promesa de dar la batalla jurídica será insuficiente.
Se quiera o no, para ganar esta batalla habrá de entrar en el fondo del asunto, es decir, en defender o no la legitimidad del franquismo y, por ende, acreditar, al menos, la ilegitimidad de ejercicio del final de la II República. ¿Por qué?
Pretender aceptar el franquismo como un régimen culpable y la II República como un Régimen democrático, y frenar la imposición de la izquierda de su memoria histórica alegando únicamente la libertad de expresión supondrá el éxito de la memoria histórica que propone la izquierda. ¿Por qué? Muy sencillo. En una votación final en un Parlamento sobre la cuestión, será muy difícil que nadie vote a favor de la libertad de expresión de un franquismo tan culpable que nadie se atreve a defenderlo expresamente. Sociológicamente ocurrirá lo mismo. Jurídicamente, bastará afirmar que la libertad de expresión no es algo ilimitado para sancionar legalmente toda expresión favorable al franquismo y en contra del final de la II República.
Hablamos de hechos. Sabemos que a día de hoy, el voto de Cs sería probablemente favorable. El voto del PP, de momento, la abstención. O se genera una nueva corriente que legitime el franquismo y a esta democracia en el franquismo o vamos de cabeza hacia la limitación de las libertades de todos. Ahí están ya todas las leyes LGTB con expresas limitaciones a la libertad de pensamiento y de expresión. Por cierto, generar esa corriente no se hará ni con un Manifiesto sin épica y sin mística, tan movilizador como Rajoy, ni con una mera batalla jurídica. Crear esa corriente requerirá de calle y movilización.
Pero, por si todo lo anterior no fuera suficiente, merece tener en cuenta lo siguiente sobre la capacidad o no de limitar la libertad de expresión de los españoles de forma legal y en el actual sistema político. Y es que la libertad de expresión ya está limitada, con una normativa aprobada en el Parlamento y mantenida en vigor por el PP. España está llena de Cementerios. Llena. Hasta donde sabemos no hay limitación alguna a rendir homenaje a los enterrados en cualquier cementerio de España excepto en uno: el Valle de lo Caídos. El Valle de los Caídos es el único Cementerio de España en el que la actual, no la futura que propone ahora el PSOE, sino la vigente Ley de Memoria Histórica prohíbe expresamente rendir homenaje a dos hombres allí enterrados, José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. La actual Ley de Memoria Histórica ya prohíbe ejercer la libertad de expresión en el Valle de los Caídos, donde no es posible entrar ni con una bandera de España. Y aunque eso es así hace años, aquí no ha pasado nada. Reivindicar únicamente la libertad de expresión frente al proyecto de ingeniería social en mente de la izquierda es ingenuo e insuficiente y augura, nos tememos, una triste derrota final.