Este tipo de comentarios ha centrado gran parte de las investigaciones que se han realizado con referencia a las checas que existieron en España entre 1936 a 1939. La mayoría de los trabajos han sido firmados por historiadores de izquierdas, y han intentado dejar constancia de que las checas no fueron tan crueles como la propaganda franquista quiso significar una vez finalizada la guerra. Si bien es cierto que en ellas se realizaron interrogatorios y, en algunas, se aplicó la crueldad, la verdad es que no todas actuaron tan violentamente con los detenidos.
Comentarios como éstos hacen que se infravalore la realidad y que ésta pase inadvertida por la sociedad. Se ha intentado tapar, incluso, la persecución (…) contra la población civil, política y religiosa. Actualmente se simboliza la persecución que sufrieron los republicanos durante la dictadura de Franco, y, por supuesto, se ignora la que sufrieron los nacionales a manos de los republicanos. Hay, actualmente, una persecución de primera y de segunda clase. Con ello queremos decir que, si bien es cierto que existió una persecución por parte del Gobierno franquista, también es cierto que antes, durante la República y la Guerra Civil, los Gobiernos de la izquierda persiguieron y mataron a todos aquellos que pensaban diferente.
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Las checas sirvieron, desde el inicio de la Guerra Civil, para asesinar a todas aquellas personas que estaban en contra o pensaban de manera diferente. La República negó la existencia de las checas como celdas de tortura, asegurando que los presos podían circular libremente por ellas. En definitiva, las checas, según el Gobierno, sólo eran prisiones, y en ningún caso se realizaban torturas. Por suerte, han sobrevivido los testimonios de muchas personas que pasaron por ellas.
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Las checas fueron auténticos campos de concentración, similares a los instaurados por el régimen nazi. Como en ellos, se instalaron hornos crematorios, se descuartizó a presos para dar de comer a los cerdos, se torturó a los detenidos, se les atormentó con el alimento (…) Fue un plan premeditado con la ayuda de la Unión Soviética para instaurar un Estado comunista en España.
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El miércoles 20 de noviembre de 2001 todos los partidos del Congreso de los Diputados rindieron homenaje a los represaliados por el franquismo. Una de las víctimas declaró al periódico El País que sólo se hacía por justicia, “sin reabrir heridas, sin venganza y sin rencor”. Si bien las declaraciones son testimoniales, lo cierto es que los recuerdos, sean cuales sean, siempre abren heridas. El 23 de noviembre de 2002 el historiador Gabriel Jackson publicó un artículo en el mismo periódico donde comentaba:
Nunca he estado tan convencido como ahora de que debemos hablar, escribir y enseñar la verdad, en toda su gris complejidad. Las mentiras engendran mentiras, las exageraciones engendran exageraciones, y la ley de las consecuencias involuntarias dicta que se crearán nuevos resentimientos, errores y animosidades si no somos capaces de concentrarnos en la verdad.
Estamos de acuerdo con las palabras de Jackson, esto es, debemos hablar y explicar la verdad. Parece como si sólo los republicanos hubieran sufrido. Acordémonos de Paracuellos del Jarama y de los fusilamientos aprobados por Santiago Carillo y Dolores Ibárruri, de las checas de Madrid, Valencia, Barcelona, o de los campos de trabajo instaurados en la zona roja, por poner algunos ejemplos. Estamos de acuerdo en reivindicar a los muertos republicanos y buscar las fosas comunes donde están enterrados. Ahora bien, hay muertos nacionales a los que nadie reivindica.
Como decía Jackson, debemos explicar la verdad. Adelante, expliquémosla. Ésta tiene que ser nuestra finalidad, contar lo que sucedió en las checas republicanas. Ellos, los ciudadanos de a pie, los civiles, sufrieron el castigo de quedar encuadrados dentro de la zona republicana. Es el momento de reivindicar unos derechos y unos reconocimientos. Ellos tienen los mismos derechos que los republicanos fusilados por Franco una vez finalizada la guerra.
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Es lícito y necesario que los republicanos reivindiquen a sus muertos, pero reconozcamos todos de una vez que sólo con este testimonio no conoceremos la verdad. Por eso hablaremos de las checas, porque en la mayoría de los casos nunca nadie ha rehabilitado estas muertes y, por derivada, se ha escondido la verdad sobre estas ejecuciones y torturas. Si, como dice Jackson, es el momento de dar a conocer la verdad, sirva este libro para revindicar unos asesinatos y unas torturas tan inclasificables como las reclamadas por los republicanos.
Por mucho que este libro pueda parecerle a los Jáuregui de turno como de pacotilla y carente de importancia, ha llegado, sí, también el momento de contar la realidad de las checas republicanas durante la guerra civil española. Que sean las futuras generaciones las que juzguen desde la distancia, pero también desde el conocimiento y la verdad, los hechos que aquí se relatan.
NOTA: Este artículo es una versión editada del prólogo de la más reciente obra de CÉSAR ALCALÁ, LAS CHECAS DEL TERROR. LA DESMEMORIA HISTÓRICA AL DESCUBIERTO, de la editorial Libros Libres.