
Para escándalo de modistillas, lacayos y apóstoles de la plebeyez amorosa, Letizia, la okupa de la Corona de España, ha mostrado públicamente su auténtica y genuina naturaleza con el desplante a su suegra tras la Eucaristía del Domingo de Resurrección. Se ha comportado como una nuera macarra de patio de corrala que utiliza a sus hijas para proyectar sobre la abuela el rencor social que la envenena. ¡Letizia en todo su esplendor!
Yo no sé cuántos amigos tienen la okupa de la Corona y su marido, lo que sí sé es que de aduladores y lameculos andan sobrados. Tampoco sé cuántos siervos tienen en esa abstracción que los sociólogos y los politólogos llaman Pueblo. De lo que sí estoy seguro es de que en los Medios de Comunicación cuentan con demasiados lameculos dispuestos a vender pleitesía de una manera repugnante.
Desde el anuncio oficial de ese matrimonio asimétrico, de ese matrimonio de cuento de hadas progres, de cenicientas rojas y de feministas de Chanel, hemos asistido a un espectáculo de lacayismo periodístico ofensivo hasta la náusea. Ni las odas de Píndaro a “los atletas con las espaldas tensas como arcos” son comparables a los ditirambos que los periodistas/cortesanos le han dedicado, chorreando miel y almibar, a Letizia I, Reina Okupa de España.
Dicen los que la conocen, yo confieso que debo ser el único periodista que no ha compartido charla y café con ella (algún día mis hijos me lo reprocharán) que Letizia I, Reina Okupa de España, es una mujer moderna, intelectualmente inquieta, agnóstica y culta. Si así fuese, supongo que al ser elevada al Trono de España, vía tálamo nupcial, se habría acordado con una inteligente y agnóstica sonrisa, hoy borrada por el bisturí y el bótox, de Giovanni Medici, hijo de Lorenzo el Magnífico quien, al ascender al Trono de San Pedro en el Vaticano, exclamó: “Ya que Dios nos ha otorgado el papado, ¡disfrutémoslo!”
Y si, de verdad, es tan intelectualmente inquieta, tan culta y tan agnóstica como dicen que es, sabrá que esos mismos que hacen volar el botafumeiro a su alrededor derramando incienso, almibar y miel, mañana aplaudirán hasta romperse las manos al presidente de la III República. Los mismos, Letizia, los mismos. Y lo harán como lo hacen todo, sin pudor y sin decoro. Con la misma falta de dignidad que tú mostraste ante tu suegra en la Eucaristía del Domingo de Resurrección.
Como domina Ud. la lengua de nuestro país amigo, se nota de quien es digno hijo.