
Así como los aztecas adoraban al dios de la lluvia, nosotros adoramos a la democracia. Con una reverencia talmúdica le otorgamos a la democracia poderes taumatúrgicos. Como todos los hombres, como todos los pueblos y como todas las civilizaciones que no creen en nada somos supersticiosos, y el amuleto que aventa nuestros temores es una palabra, democracia, que como tantas otras ha perdido su sentido original y significa sólo lo que el catecúmeno que la invoca quiere que signifique, al igual que cuando se pronuncian las palabras libertad y fascismo, justicia e igualdad, porque las palabras más que definir evocan. Y el recuerdo de lo no vivido, de lo desconocido, se fabrica tal y como la luz, el horizonte y el rescoldo del calor sobre las hirvientes arenas del desierto crean espejismos.
La cofradía de adoración absoluta a la democracia se apresta a sacar, otra vez, su antídoto universal, las urnas, a la calle para conjurar al separatismo catalán levantando templos electorales en los colegios donde antes y después de la liturgia democrática se enseña a los niños a odiar a España. Cuando las urnas hayan hablado el 21-D, su voz será la inapelable sentencia que habrá que acatar con el respeto reverencial con el que en la Antigüedad se acataban los vaticinios de los oráculos de Delfos y de Amón. Aunque estuvieran comprados y manipulados. Por eso, aunque España se vaya por el sumidero de la democracia habrá que arrodillarse ente el veredicto de las urnas. De esas urnas que el 21-D se llenaran de espejismos y de mitos, de miedo y de incertidumbre, que son los ingredientes del Sistema que hemos convertido en la única patria a la que se puede apelar sin temor a que nos estigmaticen de fascistas.
Entre las urnas y España ya no queda nada, ni siquiera aquel regato que Julio César cruzó para evitar que la democracia republicana acabara con Roma. Se llamaba Rubicón y hoy ha sido borrado de todos los códigos y de todos los mapas geopolíticos para que la aristocracia democrática siga imperando sobre los pueblos a los que “libera” de las inercias de su historia.
El 21-D España puede morir en las urnas porque los sacerdotes de la democracia han convocado unas elecciones en las que los catalanes jugarán a la ruleta rusa con un revólver con todas las troneras de su tambor cargadas.
García Serrano, como siempre brillante, creo que yerra en algo. Pase lo que pase, incluso aunque Cataluña declaré y haga efectiva su independencia, la historia sigue y España también. Como cuando se perdió Portugal o una parte de Cataluña que hoy es Francia. España seguirá, como un hombre sigue aunque pierda un brazo o una pierna, y la misión de los españoles será recuperar España y liberar a los españoles oprimidos en Cataluña. .